San Gonzalo de Amarante Confesor
Tagilde, pueblo pequeño de Portugal, en el obispado de Braga, fue la cuna del ilustre discípulo de Santo Domingo de Guzmán, San Gonzalo de Amarante. No bien recibió el santo bautismo, en la iglesia del Salvador, fijó sus ojos en una imagen de Jesús Crucificado, y levantó sus bracitos como para abrazarla, lo que causó (como era natural) la admiración de todos. Estos asombrosos hechos repetía cuantas veces le llevaba el ama que le criaba a la referida iglesia. Llenos de gozo sus religiosos padres con tan extraordinarias muestras de devoción e inclinación del niño a todo lo bueno, se lo ofrecieron al Señor; y apenas llegó al uso de razón le pusieron bajo la dirección de un sabio sacerdote. El arzobispo de Braga notó complacido la singular modestia y cordura del joven, y le admitió en su familia, para con el tiempo proveer a la Iglesia de tan útil ministerio. Cumplida la edad, le ordenó de sacerdote; y tanta era su devoción en el altar, su celo por la salvación de las almas, que, a pesar de su humilde resistencia, puso a su cuidado la abadía se San Pelagio.
Con tan grave ministerio, y conociendo la gran responsabilidad a él unida, pidió a Dios, como Salomón, las luces y el acierto necesario para el más digno desempeño, interponiendo la mediación de la Santísima Virgen. Digno fue de tan gran Santo el sermón que predicó a sus feligreses, lleno de encendida caridad para con Dios y el prójimo. Desempeñó su ministerio como siervo fiel, y, encendido en el amor de Dios, edificó a todos con el ejemplo y la práctica de todas las virtudes. Después de algunos años, y con el deseo de visitar la Tierra Santa, obtuvo licencia para ello, y habiendo llegado a Jerusalén, después de divinas consolaciones a la vista de aquellos santos monumentos; no saciándose de mirarlos, besarlos y adorarlos, pasó catorce años en satisfacer sus deseos; pero acordándose de sus ovejas, y escrupulizando sobre el cumplimiento de su ministerio, resolvió volver a su abadía. Debilitado de los trabajos y penitencias, y conociendo que acercaba la hora de su muerte, se dispuso a ella con resignación cristiana, edificando a todos cuantos le visitaron, y dejando ejemplos de todas las virtudes. Ocurrió su gloriosa muerte, que fue llorada de todos los fieles, el 10 de Enero del año 1260.
El papa Julio III le colocó en el catálogo de los santos en vista de los milagros que en vida y muerte del Santo obró el Señor por su intercesión, mandando se celebrase su festividad el mismo día de su fallecimiento.
ORACION: ¡OH Dios!, que cada año nos alegras con la solemnidad de tu santo Confesor Gonzalo; concédenos propicio imitar las virtudes de aquel cuyo natalicio celebramos. Por N. S. J. C.